Blog sobre mociones de la vida moderna, ética, comunicación, realidades, sostenibilidad, valores, etc. Estas mociones espero te inviten a reflexionar para hacer mejoras en tú vida y en la de todos los que te rodean.
En las últimas semanas hemos sido testigos de grandes manifestaciones alrededor del mundo con la consigna “Black lives matter” (Las vidas negras importan). Estos movimientos son el resultado de un racismo sistemático y estructural en muchos de los países en donde la población negra es minoría y considerada inferior. Por consiguiente, estoy totalmente de acuerdo y los apoyo en su búsqueda de un mejor mundo para la población negra, siempre y cuando se haga en paz y respetando los derechos de los demás.
No obstante, quisiera hacer una invitación a la población en general para ir más allá, porque aunque es importante luchar por los derechos de una población, es mucho más importante que todos luchemos por los derechos de todos. En este caso, creo que deberíamos manifestar que no sólo las vidas negras importan, sino que todas las vidas importan. Las vidas de los migrantes, de las mujeres, de los indígenas, de los pobres, de los trans, de las prostitutas y de los no creyentes importan, por nombrar algunos casos.
Pero no solo las vidas de las “minorías” importan, las vidas de los blancos, del hombre y de los ricos también importan. No se trata de querer voltear el equilibrio y que los que han sido la “mayoría” dominante ahora sean dominados y pierdan sus derechos, sino de que reconozcamos que todas las vidas importan, sin consideración de nacionalidad, color de piel, género, orientación sexual, creencias, afiliación política o situación económica.
Y esto debería hacerse no sólo porque es necesario para hacer viable nuestra especie, sino también porque es más funcional y práctico. Si cada grupo se manifiesta sólo por los intereses de su grupo, el movimiento tiende a perder fuerza, y en la medida que más grupos hacen lo mismo, más paisaje se vuelve. Hoy son los negros, mañana las mujeres, pasado mañana los indígenas, el día después los pobres y así, permanentemente hasta que todos los grupos se manifiesten peleando sólo por su pedazo, por su comunidad.
¿No sería entonces más ético y práctico que todos nos pronunciemos y manifestemos que TODA VIDA IMPORTA?
Y lo mismo deberían hacer los gobiernos, no sólo enfocarse ahora en rectificar la discriminación histórica de la población negra, sino también aprovechar para rectificar la discriminación de todo tipo y hacia todo tipo de población.
Durante el lanzamiento de mi libro “Ética para un mundo viable”, muchas personas me preguntaron sobre el origen del libro, qué me llevó a escribir sobre ética y cómo se enlazaba con mi vida. Ésta entrada busca responder esos interrogantes. Espero la disfruten.
Primero, he de aceptar que durante gran parte de mi vida me consideré una persona muy inteligente y poco emocional. La mayoría de las cosas las entendía fácilmente, así que tendía a ser terco y a pensar que siempre tenía la razón, lo que hacía que me aislara un poco de las personas. No obstante, muchas de las cosas que aprendía, las olvidaba apenas terminaba el examen, pues no siempre les encontraba utilidad práctica en la vida cotidiana.
Adicionalmente, creo que es normal, en la medida en que vamos creciendo, que nos encasillemos según las creencias de las personas que nos rodean, al considerar que esas categorías son una verdad universal. Por lo tanto, yo era así porque mi signo es Acuario, o porque mi hemisferio dominante es el izquierdo, o porque según diferentes pruebas y tests concluían que soy analítico y racional. Y entre más teorías confirmaban que yo era como era, entonces más creía que debía ser como era. Profecía autocumplida.
Afortunadamente, entre más vivía y entre más experiencias tenía, más me daba cuenta de la diferencia entre la teoría y la práctica, entre el saber cosas y el entender cosas, entre ser cómo te han formado y ser cómo quieres ser, entre la inteligencia académica y la inteligencia emocional, entre usar las palabras o que las palabras te usen, y así, de muchas cosas más en la vida.
Cabe resaltar que estas vivencias van siempre de la mano con las personas con las que las experimentas. Mi familia, esposa y amistades han sido parte fundamental de esta evolución, permitiéndome reflejarme en ellos para descubrir y decidir cómo quiero ser y cómo no quiero ser.
Así pues, cada día se hacía más latente en mí, el sentimiento o pensamiento de que muchas personas en el mundo no tienden a ponerse en los zapatos de los demás, no dedican tiempo suficiente a entender la posición de los demás y viven juzgando y criticando a los que consideran que son o piensan diferente a ellos. Así como yo solía hacerlo cuando era más joven. Y esto sólo lleva a discriminación, polarización y violencia.
En ese momento mis reflexiones me llevaron a concluir que la única verdad absoluta es, o debería ser, que todas las verdades son subjetivas, que la realidad como entidad aislada de nuestro ser no existe y por eso cada persona tiene la razón sobre su propia vida. Y aceptar esto me llevó a ver el mundo de forma diferente.
Cada vez me enojo menos porque las personas no se comportan como yo espero; cada vez paso menos tiempo enojado, esperando que los que me han “lastimado” vengan a disculparse porque entiendo que muchas veces ni siquiera saben que lo han hecho; cada día juzgo menos y trato de entender más; y por esto, cada día me siento más feliz, más conectado con las personas, más amoroso y más dispuesto a aprender y construir con todos los que hacen parte de este mundo.
Justo en ese momento decidimos con mi esposa irnos a vivir dos años a Londres, así que pensé en aprovechar este nuevo aire y cambio de rutina para ver cómo transmitir este mensaje y así aportar un granito de arena en la construcción de un mejor mundo. En esos días, me encontré con un amigo y hablamos sobre el tema, y me hizo caer en cuenta que además de la reflexión sobre la realidad, era necesario ofrecer algo más, hacer un aporte sobre cómo construir ese mundo, entendiendo la multirealidad en la que vivimos.
Así fue como nació “Ética para un mundo viable”, un libro con la intención de mostrar algunos ejemplos sobre la realidad múltiple y cómo al entenderla, podemos vivir mejor y ser más felices, pero también con la intención de dar una pautas sencillas que nos permitan a partir de ese punto, construir un mundo mejor para todos, independientemente de nuestras creencias, valores, formación, género, orientación sexual, nacionalidad, situación económica, etc. Lo más difícil fue buscar cómo transmitir el mensaje de forma universal e incluyente, respetando las diferencias y creencias, para que todos nos identifiquemos al leerlo y podamos aplicarlo.
El borrador del libro estaba listo y dos de mis grandes amigos y mi esposa sirvieron de editores y correctores, gracias a sus comentarios y sugerencias. Desafortunadamente me ocupé y no fue hasta que volvimos a Colombia que lo retomé, le hice todos los ajustes necesarios y lo publiqué, justo por los días, cuando el mundo estaba conociendo el Covid-19 y cómo una acción puede afectar al mundo entero.
Así pues, cómo lo dije en el video, este libro es tan mío, como de todos los seres que han pasado por mi vida, porque gracias a ellos hoy soy quien soy, pues me han servido de espejo para decidir quién quiero ser en mi vida.
Mensaje de mi sobrina Catalina: “Sebas estubo jenial tu cuento aun que no lo lei pero se que estubo jenial”(sic) Espero que a todos les guste mi cuento, cuando lo lean.
Si eres parte de ellos, comenta cómo te ha parecido esta entrada, si has notado mi evolución y/o alguna anécdota de nuestra vida juntos. Gracias a todos y honestamente deseo que el libro sea de gusto para todos y les permita seguir creciendo como seres humanos para que juntos hagamos de este mundo, un sitio viable para todos, ahora y a futuro!
En los últimos días hemos visto como diferentes grupos y manifestantes han tumbado varias estatuas de esclavistas alrededor del mundo en señal de protesta por el racismo aún vigente en nuestras sociedades. No obstante, si bien acepto la gran deuda social que tenemos con las poblaciones afro-descendientes en muchos países y el racismo estructural y sistemático presente en ellos, no creo que este acto aporte a crear una situación diferente y mejor.
Si esa fuese la solución o la norma, deberíamos tumbar las estatuas de Cristóbal Colón por la consecuencias sociales y culturales que la conquista de América trajo a los pueblos nativos; también deberíamos tumbar todas las iglesias y estatuas católicas por el exterminio de otras tradiciones y creencias ancestrales causadas por las cruzadas y la evangelización; En el mismo sentido, tendríamos que desmontar las redes férreas norteamericanas que fueron construidas por esclavos e inmigrantes; Igualmente sería justo tumbar las estatuas de hombres por el machismo arraigado de nuestras sociedades; Y a futuro, tendríamos que tumbar las plazas de toros por ser un recordatorio del maltrato animal.
Por consiguiente, si este fuese un actuar normalizado, no tendríamos historia porque nos veríamos en la necesidad de tumbar y reconstruir nuestras estatuas, edificios, plazas y demás, cada vez que la sociedad evoluciona o cambia. Si algo me sorprende cuando viajo por Europa, es la historia que cada plaza, edificio, muralla, estatua, placa o cualquier elemento cuenta de su larga historia de miles de años. Por el contrario, en Colombia veo con tristeza como vivimos tumbando viejos edificios, barrios, plazas, etc., para construir cosas más modernas, sin dejar rastro de nuestra historia y evolución.
La historia de la humanidad es la historia de los conflictos, normalmente contados por los vencedores, y puede ser muy dura, pero es lo que fue, y no podemos hacer nada para cambiarla. Ahora bien, lo que si podemos hacer es pensar en como re-configuramos estas estatuas, plazas, edificios, etc., para que reconozcamos nuestra historia, sin destruirlas, pero si re-significándolas. Las plazas con estatuas de esclavistas podrían volverse el punto de origen de movimientos sociales que logren el fin de la discriminación. Y al final, por qué no, poner una estatua al lado que lo conmemore, conservando así, los dos hitos históricos.
Si actuamos siempre con el ánimo de destruir, perderemos mucho antes de empezar a ganar, si es que es posible. Por eso es que debemos siempre pensar en cómo manifestarnos y actuar desde lo constructivo, aceptando nuestra historia, lo que somos y hemos hecho, para no repetirla y así convertirnos en algo mejor. Recordemos que hoy podemos tomar decisiones considerando que es lo mejor para nuestras sociedades, pero las sociedades futuras puede que no nos vean de esa forma.
¿Qué opinas tú? ¿Es válido destruir lo que consideramos no es adecuado o bien visto en nuestra sociedad moderna? o ¿Debemos aceptar nuestra historia y construir algo mejor?
Entre más visibilidad tratamos de darle a través del lenguaje a minorías o grupos sociales que históricamente han estado en situación de discriminación o desigualdad frente a otros grupos, paradójicamente más énfasis hacemos en que son diferentes. Por lo tanto, creo que debemos buscar un equilibrio entre visibilidad, reparación y verdadera inclusión.
Por ejemplo, la tendencia creciente de expresar cargos en femenino para darle visibilidad e inclusión a las mujeres, a mi parecer, genera de alguna forma un efecto de exclusión, resaltando que las mujeres y los hombres son diferentes, cuando en esencia lo que queremos es revindicar la igualdad humana, sin diferencia de género. Complejizar el lenguaje diciendo “los líderes y las lideresas”, “los alcaldes y las alcaldesas”, “los presidentes y las presidentas” en vez de incluir, separa.
Creo que debemos tener claras las estadísticas y elaborar planes de acción para que hombres y mujeres tengan igualdad laboral y salarial, de tal forma que tengamos visibilidad y reparación. No obstante, hacer énfasis a través del lenguaje, de la diferencia de género, lo que puede producir es una diferenciación.
Y lo mismo con todos los casos. Si para expresar igualdad y visibilidad vamos a empezar a hablar de ricos y pobres, blancos, negros e indígenas, jóvenes y viejos, heterosexuales, homosexuales y bisexuales, personas con discapacidad y personas sin discapacidad, en vez de incluir a través del lenguaje, lo que hacemos es profundizar las brechas y la diferenciación entre grupos humanos. Además, si empezamos a segmentar, es peor aún si no consideramos alguna población en el discurso.
En el mismo sentido, tenemos que garantizar que todos los seres humanos tengamos los mismos derechos y deberes, sin importar género, identidad u orientación sexual, raza, nacionalidad, estrato socio-económico, edad, situaciones de discapacidad, etc. Claro, tenemos que tener estadísticas diferenciales para garantizar que se dé esta igualdad y debemos ofrecer alternativas para mitigar y reparar años de discriminación.
Pero en lo que no estoy de acuerdo, es en creer que para dar visibilidad, igualdad y reparación, debemos expresar o mencionar a través del lenguaje todas nuestras diferencias, para que todos nos sintamos incluidos. Esto por el contrario, excluye. Lo que creo que debemos hacer es trabajar para que al hablar de humanidad, todos los seres humanos, independientemente de nuestras diferencias, nos sintamos parte de ella y reconozcamos que tenemos los mismos derechos y deberes. Ésta sería la verdadera inclusión.
Reconozcamos y aceptemos nuestras diferencias y la deuda social que algunos grupos sociales tienen con otros, y hagamos algo para reparar y revindicar esas deudas, no desde el realce de las diferencias a través del lenguaje, sino desde una verdadera inclusión. No somos binarios, no somos polos opuestos, no somos conjuntos diferentes, somos iguales, humanos.
Para hacer viable nuestro planeta, no bastan decisiones localizadas y particulares, debemos promover decisiones que involucren a todos los gobiernos y ciudadanos del mundo, porque en un planeta tan hiperconectado, hiperdependiente y sobrepoblado como el nuestro, cada vez más, las acciones de un estado tienen inmensas repercusiones sobre la totalidad del planeta. Y afortunada o desafortunadamente lo estamos evidenciando en este momento.
Hoy es un virus, que apareció en una población de un país y que en el transcurso de un par de meses transformó nuestra realidad, acabó con la vida de más de 350.000 humanos (y contando) y puso a temblar a todas las economías del mundo. Ayer fue un hueco en la capa de ozono, que nos obligó a tenerle una especie de miedo al sol y a usar bloqueador solar todos los días, por los daños que puedo causarnos la exposición prolongada.
Y mañana puede ser cualquier cosa que hayamos imaginado en películas de ciencia ficción o peor aún, que ni siquiera hayamos podido dimensionar. La contaminación de nuestras fuentes hídricas, la polución del oxígeno que respiramos, el deshielo de los polos, la fractura de la corteza terrestre, la erradicación de las abejas, otro virus, bombas atómicas, desechos tóxicos, etc. Esto puede pasar, sólo con que algún país haga algo que atente contra el planeta, porque si bien las consecuencias inmediatas se verán en primera instancia en ese país, las consecuencias a corto, mediano o largo plazo las veremos en todo el planeta.
La Tierra es una sola entidad, hiperconectada, como cualquier organismo, como nuestro cuerpo, y cualquier enfermedad, por pequeña que parezca al principio, puede complicarse y afectar a todo el ser. Por lo tanto, si bien es un principio que algunos países firmen acuerdos para la reducción de sus emisiones de carbono, para la reducción del consumo de plástico de un sólo uso, para no aprobar el uso del fracking, y sobre otros temas que hemos ido descubriendo que afectan al planeta, no es suficiente. Los acuerdos deben ser firmados y cumplidos por todos los países del planeta.
Una sola célula cancerosa que se deje en el cuerpo, puede multiplicarse hasta acabar con él. Lo mismo le pasa a nuestro planeta, un sólo gobierno que siga destruyendo sin control todos los recursos naturales y que siga envenenando al planeta, podría terminar causándole la muerte.
Por lo tanto, debemos empezar a movilizar a nuestros gobiernos para que se comprometan con el planeta, para que ejerzan sus relaciones internacionales y fomenten acuerdos globales que hagan viable nuestro mundo. Sé que todos tenemos nuestras propias perspectivas e intereses, y que en nuestro micromundo, los temas básicos de nuestra subsistencia pueden parecer más relevantes, pero si logramos alejar la mirada un poco, para observar globalmente, podremos revisar con más objetividad si nuestros intereses ayudan a hacer viable el planeta o no.
¿Nuestros objetivos personales y económicos atentan contra el planeta? o ¿Vale más nuestra capacidad económica que dejar un planeta habitable para las generaciones futuras? Estas son preguntas que debemos empezar a hacernos para movilizarnos y exigir a nuestros gobiernos a que se movilicen en la misma línea. ¿Es más importante que el estado genere ingresos y empleos a corto plazo, o que el estado garantice la viabilidad del planeta? Creo que la viabilidad va primero, así que es importante buscar otras alternativas que generen ingreso y empleo, sin afectar al planeta.
Dejemos de pensar únicamente en el ahora y en nosotros mismos, para pensar más en el después y en todos nosotros. Sólo así, cuando todos pensemos en el futuro y en el bienestar de todos, podremos tomar decisiones globales que hagan viable nuestro planeta y nuestra existencia.
Finalmente, si estos temas te parecen de interés, suscríbete para recibir las nuevas publicaciones y revisa mi libro “Ética para un mundo viable“.
Creo que lo hemos escuchado muchas veces y espero que muchos estén de acuerdo con la afirmación, no obstante siento que lo aplicamos selectivamente. En términos generales lo relacionamos con temas de salud. Entendemos que no comer nada o comer demasiado es malo para nuestro cuerpo; no hacer nada de ejercicio o sobre exigirse afecta nuestro cuerpo; y no dormir en absoluto o pasar muchas horas acostado afecta nuestra salud física y mental.
Sin embargo, deberíamos aplicarlo en todas las esferas de nuestra vida, especialmente en el aspecto económico. Por vivir en una sociedad capitalista, nos han educado a desear tener más dinero, producir más y consumir más. El problema de esto es que siempre vivimos inconformes con lo que tenemos, por un lado, y por el otro lado es que hemos llevado al planeta al límite de su producción y renovación.
A nivel personal, a las personas que son felices con lo que tienen, las tildamos de pasivas y que les falta ambición, como si fuese algo malo. Pensamos que la ambición siempre es buena, pero hemos perdido de vista que en exceso, se vuelve nociva para nosotros y el planeta. Está muy bien querer tener más, mientras eso no signifique sacrificar nuestra felicidad. Nos mentimos a nosotros mismos que este sacrificio es temporal para poder tener mucho dinero para disfrutar en el futuro, pero no sabemos si llegaremos a ese futuro o las secuelas con las que llegaremos.
A nivel corporativo, no estamos satisfechos con producir un buen producto y servicio, que brinde satisfacción a nuestros clientes actuales y que genere estabilidad para nuestros empleados y accionistas. Siempre buscamos tener más clientes, ganancias, presencia y participación, sin reconocer igualmente que en exceso, pone en riesgo nuestra propia existencia. Poco reflexionamos sobre los recursos naturales que necesitamos para seguir creciendo, creemos que son infinitos y que se renovarán por arte de magia, y hacemos muy poco para garantizar que no se acaben.
Por lo tanto, la invitación es a buscar siempre el equilibrio, el centro, porque todos los extremos son nocivos para nosotros mismos, para los demás o incluso para el planeta entero. O acaso… ¿crees que hay algún extremo que no sea nocivo? Si es así, déjame tu comentario.
Finalmente, si estos temas te parecen de interés, suscríbete para recibir las nuevas publicaciones y revisa mi libro “Ética para un mundo viable“.
Tip 5: Cambia tu comunicación para cambiar el mundo.
Vivimos en una constante programación de nuestro ser, mediante lo que sentimos, pensamos y hacemos. Lo que somos hoy, es el resultado de todo lo que hemos sentido, pensado y realizado a lo largo de nuestras vidas. Por consiguiente, si queremos cambiar el mundo, hacerlo más viable, debemos empezar por cambiar nosotros. Reconstruir nuestra programación para empezar a actuar, pensar y sentir de forma diferente.
Como estos caminos neuronales ya están fuertemente definidos, frente a situaciones similares reaccionamos de la misma forma, como lo haría cualquier animal. Frente a un estimulo, una respuesta. Afortunadamente los seres humanos tenemos la posibilidad de detenernos a procesar lo que nos está pasando antes de actuar. Y esa es la primera invitación: Si queremos re-programarnos a nosotros mismos y re-programar el mundo, debemos empezar a implementar una pausa entre el estímulo y la respuesta.
Al no reaccionar y tomarnos un breve tiempo para procesar lo que nos está pasando, podemos elegir si actuamos de la misma forma que siempre, o si actuamos de una forma diferente y mejor. Podemos escoger mejor nuestras palabras y la forma de comunicarlas. Y esto hará que actuemos diferente. Al principio, puede que nos cueste un poco de trabajo caer en cuenta para hacer la pausa y elegir un nuevo camino, pero en la medida en que lo hagamos, se irá consolidando un nuevo proceso neuronal, que se volverá nuestra nueva realidad.
Cada vez que pensamos nuevas alternativas, actuamos de forma diferente y sentimos cosas distintas, entrando así en el ciclo de la re-programación. Por lo tanto, esta es la segunda reflexión: Después de la pausa, piensa y organiza tu comunicación de tal forma que te permita re-programarte y cambiar el mundo para que sea viable. Si tu comunicación es asertiva, positiva y constructiva, los resultados serán en la misma vía. Por el contrario, si tu comunicación es deficiente, negativa y destructiva, los resultados serán iguales.
Pensemos en la última vez que dijimos e hicimos algo que lastimo a alguien, que provocó un resultado no deseado y/o que nos hizo sentir mal. Ahora pensemos cómo podríamos hacerlo diferente la próxima vez, para que los resultados sean distintos, mejores. En la medida en que aprendamos de nuestros errores y ajustemos nuestro ciclo de programación pensar, actuar y sentir, percibiremos cambios importantes en nosotros mismos y en el mundo que nos rodea.
¿Cómo está tu ciclo de programación, constructivo o destructivo?
Si estas mociones te gustan, te invito a que te suscribas a mi blog y a que revises mi libro “Ética para un mundo viable“.
Expresarnos, como lo indica el origen de la palabra, significa quitarnos una presión de encima. Es una presión que ya no es (Ex-Presión). Por lo tanto, expresar nuestras emociones y pensamientos es un ejercicio terapéutico que nos permite liberarnos de todas las cosas que presionan nuestro ser. No hacerlo permanente o gradualmente, hace que nuestros sentimientos vayan generando una presión incontenible, que nos lleva a estallar eventualmente.
Cuando la presión no es mucha, tenemos mayor capacidad para medir y controlar nuestras palabras y emociones al momento de expresarnos. Cuando es alta, la probabilidad al descontrol es mayor, y pese a que al explotar liberamos la presión, nuestra presión, es posible que no lo hagamos de la mejor manera, lo que trasladará la presión a nuestro interlocutor. La presión no se dispersa del todo, se traslada, haciendo que el interlocutor la sienta como un golpe, una amenaza o un ataque violento.
Por consiguiente, siempre es mejor expresarnos cuando la presión es baja, permitiéndonos controlar mejor el impacto que puede tener nuestros sentimientos y opiniones en los demás, para que ellos puedan recibirlos de la mejor manera. Adicionalmente, expresar sólo cosas negativas, sin un claro objetivo, más allá de manifestar el sentir, no aporta mucho en el ejercicio de liberar la presión y especialmente en el ejercicio de construir a partir de nuestras emociones y pensamientos.
Quejarnos por quejarnos no sirve para mucho. Expresar que la situación está terrible, que la gente es inconsiente, que el planeta está sufriendo, etc., está bien para liberar un poco la tensión, pero no va más allá, no nos permite conocer realmente qué de toda la situación, la gente o el planeta nos afecta y especialmente, no nos permite construir algo. Debemos por lo tanto aprender a expresar, lo bueno y lo malo, siendo más concretos y específicos, y teniendo en cuenta qué queremos construir a partir de las cosas que expresamos.
“No me gusta tal cosa, creo que sería mejor de esta forma”. “Estoy aburrido de esto, quisiera hacer esto otro”. “Me encanta, sigamos así”. Estas frases, por ejemplo, son mejores para ayudarnos a expresar nuestros sentimientos y pensamientos y permiten la puesta en común con nuestro interlocutor, de tal forma que podamos construir en conjunto a partir de nuestros sentimientos.
Finalmente, si queremos hacer viable nuestro mundo para todos, debemos aprender a expresarnos saludablemente y buscando siempre que el objetivo sea construir, no destruir. ¿Con qué frecuencia expresas los sentimientos o ideas que te presionan internamente? y cuando lo haces, ¿Buscas construir o mejorar algo, o sólo lo haces para quejarte, renegar y ofender?
Espero esta reflexión nos ayude a reconocer la importancia de expresarnos para construir. Y si te gustó, te invito a leer mi libro “Ética para un mundo viable“.
Tip 3: Entrenar nuestro cerebro para ver lo que nos une.
Nuestro cerebro animal nos impulsa siempre a estar pendientes de lo diferente, porque puede representar un potencial peligro para nosotros, y es gracias a él que sobrevivimos a los riesgos del día a día. No obstante, si lo que queremos no es sólo sobrevivir individualmente sino construir un mundo viable para todos, no basta con hacerle caso a nuestro cerebro reptiliano.
Debemos entrenar a nuestro cerebro para que se fije también en lo cotidiano, lo normal, lo que nos hace iguales y especialmente en lo que nos une como especie en este planeta. Como vivimos en modo alerta, gracias a nuestra lado animal, el día a día lo transitamos en piloto automático, sin poner mayor atención porque es algo conocido, normal y seguro.
Damos por hecho que mañana saldrá el sol, que nuestros familiares, parejas y amigos estarán ahí, como lo han estado en el pasado, y que el día transcurrirá igual al día anterior. En consecuencia, la cotidianidad se nos vuelve paisaje y sólo nos detenemos a pensar cuando algo no ha salido de acuerdo al plan, cuando algo es “diferente” e irrumpe nuestra vida. Es entonces cuando toda nuestra atención se centra en lo distinto para tratar de entender si es un peligro y ver como lo mitigamos.
El problema es cuando nos quedamos sólo en este estado de “encuentra la diferencia“. Detectar problemas y mitigarlos para evitar riesgos es natural y beneficioso. No obstante, hace que nos olvidemos de todo lo que nos hace iguales y nos une, para sólo permitirnos ver lo que nos hace diferentes, separándonos entre lo que es “igual, normal y seguro” y lo que es “diferente, anormal e inseguro”. Si queremos hacer de este mundo, un planeta viable para todos y para muchas generaciones futuras, debemos re-entrenar nuestro cerebro para no vivir en modo automático, para que la cotidianidad no se nos vuelva paisaje, para poder ver más allá de las diferencias y poder encontrar lo que nos une.
Sólo dejando de ver las diferencias y centrándonos en lo que nos une, es que podremos construir colectivamente una realidad viable para todos, independientemente de nuestras diferencias. Re-eduquemos nuestros cerebros, pasemos de modo “encuentra la diferencia” a “encuentra la similitud”. Disfrutemos cada día como si fuese el último, porque nadie ni nada nos garantiza que no lo sea, pero buscando siempre aportar a construir un mundo viable para todos por igual.
¿En qué modo vives tu vida? ¿Buscando diferencias o buscando similitudes?
Si estamos de acuerdo con el tip anterior y reconocemos que todas las realidades son válidas porque no hay una realidad objetiva universal, entonces debemos aceptar que todas las personas tienen el mismo valor, independientemente de su raza, género, creencia, posición económica, ideología, país de origen e incluso estados mentales.
Nadie puede estar por encima de nadie para poder decidir quitarle la vida. Aceptar y permitir lo anterior es legitimizar la violencia y no reconocer que todas las vidas tienen el mismo valor. Matar por necesidad, venganza, creencia o cualquier otro motivo debe estar descartado de ante mano si queremos hacer de este mundo, un mundo viable para todos. Si no lo hacemos, estaríamos creando un mundo viable sólo para los que son o piensan como yo.
Necesitamos erradicar pensamientos como los siguientes: “A este asesino y violador deberían darle la pena de muerte”, “Si alguien ingresa a robarme a la casa, yo lo mato”, “A esos guerrilleros y paramilitares deberían bombardearlos”, “Si perdemos el partido, vamos y matamos algunos hinchas”, “A esos drogadictos indigentes deberían matarlos”, “Todos esos que no creen en nuestro Dios deberían suicidarse”, “A los infectados deberían asilarlos y matarlos”, entre otros.
Porque en todos esos pensamiento precisamente evidenciamos que mi vida, mi realidad, mi situación está por encima de “otros” que a mi parecer deberían no existir o vivir, debido a que su vida tiene menor valor que la mía. Y el problema es, por un lado, que la historia da muchas vueltas y hoy podemos estar en un lado de la historia, pero mañana podríamos estar en el otro lado y ser las personas “descartables”, y por el otro, que si realmente queremos un mundo viable para todos, necesitamos a todos, sin excepciones, pues cada uno puede aportar su realidad.
Esto no significa que no debamos hacer nada frente a las cosas que consideramos malas o perjudiciales para nosotros y los demás, por el contrario, significa que tenemos un largo camino para llegar a soluciones incluyentes que aporten a la viabilidad de todos en el planeta, sin excepciones, porque reconocemos el valor de todas las personas que habitan en La Tierra.
¿Alguna vez has tenido alguno de estos pensamientos o similares? Lo más probable es que sí (Esto no te hace una mala persona), no obstante lo importante es no reaccionar instintivamente, sino tomar una pausa y pensar en mejores soluciones que respeten el valor de todas las vidas.
Los invito a comprar mi libro AQUÍ, si estos temas les parecen interesantes.