Un antiguo proverbio suele expresar que si le damos un pez a un ser humano, este tendrá para comer un día, pero que si le enseñamos a pescar, podrá alimentarse el resto de su vida. Parecería entonces que el proverbio nos invita a darle más prioridad al proceso y al método, en vez de priorizar el resultado, el final. No obstante, por mi experiencia académica, siento que el sistema educativo está más orientado a priorizar el resultado por encima del método.

Desde niños, nos enseñan a dar la respuesta correcta en vez de enseñarnos a hacer las preguntas correctas, que nos llevarán a entender el método, el proceso o el contexto por el cual se llegan a ciertos resultados. Prima saber cuanto es 2 + 2, la fecha de la conquista de América, los elementos que componen el agua, dónde caerá un proyectil o el nombre de los presidentes en vez de aprender lo que hay detrás de esos datos, de esas respuestas y de esas “verdades”.
Ese modelo de educación, creo yo, nos mal enseñó que hay verdades absolutas, que hay respuestas correctas para todo y que el sinónimo de inteligencia es conocer todas las respuestas. Por lo tanto, al crecer seguimos tratando de adquirir todas las respuestas, porque pensamos que es sinónimo de adquirir conocimiento.
No obstante, cuando la respuesta falla, nos quedamos en blanco porque no fuimos educados para primar las preguntas, el proceso y el contexto. Sentimos que si nuestra respuesta no es correcta, hay algo mal en el mundo. Nuestra falsa realidad objetiva se derrumba, haciéndonos sentir mal.
Por el contrario, si nos hubiesen enseñado que más allá de la respuesta, lo importante era aprender a hacer preguntas, a entender el contexto y comprender el método, entonces entenderíamos actualmente que no hay verdades absolutas, que las respuestas son el resultado de un consenso o de una mayoría, más no una realidad objetiva.
Por lo tanto, volviendo al proverbio, podríamos decir que si le enseñamos a un humano una respuesta, tendrá un conocimiento hoy, pero si le enseñamos a preguntar tendrá la capacidad para producir conocimiento el resto de su vida. No busquemos respuestas absolutas ni creamos que hay una sola respuesta correcta, por el contrario desarrollemos la habilidad de hacer las preguntas adecuadas para comprender nuestra realidad y la de los demás.
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