El lenguaje tiene la capacidad de crear universos enteros, porque con las palabras podemos hacer realidad lo que nuestra imaginación sueña, y al socializarla, hacemos que sea una realidad también para los demás. Cuando inventamos una nueva palabra estamos transformando ese imaginario en algo tangible, real. Por lo tanto, si soñamos con un mundo mejor, debemos empezar a crear las palabras correctas y usarlas constantemente para que se transformen en realidad.
Nunca he visto un unicornio, minotauro, extraterreste o monstruo, por dar algunos ejemplos, pero solo por el hecho de que la palabra existe, y la conozco, estos personajes existen en mi realidad. No significa que crea en ellos, pero los puedo imaginar, así como cuando al escuchar las palabras playa, manzana o casa, puedo visualizarlas en mi mente.
Y es por esto que gracias a la literatura podemos sumergirnos en infinitas realidades. Los libros, las historias, nos pueden llevar al pasado, al futuro, a realidades alternas o a planetas lejanos. Todo lo que soñamos, al volverlo una palabra, se crea en nuestra realidad.
Independiente de cualquier creencia, el libro del génesis en la biblia es muy interesante porque demuestra el poder de la palabra. En él, Dios no crea la luz, las aguas, la naturaleza ni al hombre, Dios lo que hace es decir que se creen y les da nombres. Es decir, Dios crea todo el universo al decirlo y convertirlo en palabras. Y en ese sentido, tendría toda coherencia pensar que fuimos creados a su imagen porque tenemos ese mismo poder divino, el poder de crear nuestra realidad tan sólo mencionándola.
Si somos conscientes de este poder, entonces está en nuestras manos, o mejor dicho… en nuestras palabras, la capacidad de crear el mundo que soñamos. Pero para hacerlo, debemos empezar a ser conscientes de cómo hablamos y qué palabras usamos.
Hablar es algo tan natural como respirar y es por eso que lo hacemos de forma autónoma, repitiendo lo que escuchamos, sin muchas veces entender plenamente de lo que estamos hablando. Por lo tanto, no estamos creando nuestro propio mundo, sino que estamos repitiendo el mundo que nos rodea.
Esto explica por qué hay tanta corrupción, pese a que la mayoría pensamos que es mala para un país. Porque al decir constantemente expresiones como “Malicia indígena”, “Ser vivo”, “hoy por mi, mañana por ti” o “Es que dio papaya”, estamos creando un mundo de corrupción sin darnos cuenta.
Por lo tanto, piensa bien antes de hablar, escoge sabiamente las palabras que dices para que estás construyan el mundo que tu quieres, y no repitas palabras por que sí, sin entender el significado que estás cargan. Si lo haces, estarás un paso más cerca de aprovechar el poder creador de la palabra a tú beneficio. Úsalo, aprovéchalo para construir un mundo mejor para todos.