Aprovechando la cuarta entrega de la saga de “Matrix” quisiera invitarlos a reflexionar sobre la verdadera matrix en la que vivimos todos. Esta matrix no es la de ficción en donde los seres humanos somos cultivados para ser usados como baterías para la subsistencia de las máquinas, pero si es la matrix que nos hace creer que el mundo que experimentamos es como es y que no podemos cambiar su programación o interactuar de forma diferente con él.
Lo cierto es que cada ser humano vive en su propia realidad, construida con base en su experiencia, pero principalmente con base a las creencias, enseñanzas, juicios, prejuicios, paradigmas y normas que la matrix le han impuesto. Esta matrix está constituida por los gobiernos, las corporaciones, las religiones, las instituciones y la sociedad en general que trata de imponernos su realidad.
Esta matrix es como si nos pusieran un casco de realidad virtual que afecta la forma cómo percibimos el mundo y que nos indica cómo debemos comportarnos e interactuar en él. Y dependiendo de que tanto creemos en que ese filtro es el “normal”, “correcto”, “único” o “verdadero”, más nos sumergimos en esa matrix, desconociendo que hay infinitas posibilidades y realidades.
Por consiguiente, las personas que viven en una matrix católica, capitalista, con bajo poder adquisitivo, masculina y anglosajona experimentarán la realidad de forma muy distinta a las personas sumergidas en una matrix evolucionista, socialista, con alto poder adquisitivo, femenina y asiática, por ejemplo. Necesitaríamos entonces tener la capacidad de desconectarnos de nuestra propia matrix para conectarnos en la matrix de los demás, para poder entender a profundidad qué tan diferentes son nuestras realidades.
En la práctica, esa capacidad se materializa a través del diálogo y el respeto. Es en el diálogo honesto, sin prejuicios y sin tratar de imponer nuestro punto de vista, donde podemos realmente comprender la realidad de los demás y experimentarla cómo ellos lo hacen. Es la forma que tenemos de fusionar nuestras matrix en una sola.
Por lo tanto, la invitación es a desconectarnos de nuestra matrix a través del diálogo y el respeto, permitiéndonos comprender y experimentar la matrix de los demás. Sólo así, podremos construir una nueva matrix que nos abarque a todos y nos permita ser felices y vivir en paz.