Blog sobre mociones de la vida moderna, ética, comunicación, realidades, sostenibilidad, valores, etc. Estas mociones espero te inviten a reflexionar para hacer mejoras en tú vida y en la de todos los que te rodean.
Mociones de vida es un blog que tiene como objetivo generar reflexiones sobre temas de nuestra vida moderna, como la ética y los valores, la comunicación y la forma en que socializamos y construimos nuestra realidad, el cuidado y la sostenibilidad del planeta, cómo ser felices y muchos temas más que nos afectan en el día a día.
Y el propósito de generar reflexiones sobre estos temas en que podamos movilizarnos, alterar nuestra forma de pensar, comunicar y actuar para que juntos construyamos un mejor planeta, un mundo viable a futuro, en dónde todos podamos vivir felices y sentirnos plenos.
Espero te vincules activamente, participes de las mociones y poco a poco vayamos construyendo el futuro que soñamos. Déjate tocar por las reflexiones, movilízate y rétate a pensar, comunicar y actuar diferente. No esperes a que las demás personas cambien, cambia tu primero y lidera con el ejemplo.
Finalmente, estas mociones no pretenden ser teóricas o formales, son solo el resultado de mi vida, mis conocimientos, experiencias, juicios y valores que me llevan a construir esta realidad, mi realidad.
En días pasados la Corte Constitucional despenalizó el aborto hasta la semana 24 en Colombia, lo cual ha generado sentimientos encontrados entre la población. Algunos se oponen a la decisión rotundamente, otros la celebran fervientemente y otros la aceptan, aunque consideran que 24 semanas es mucho tiempo. Frente a este tema, sólo quiero abrir la reflexión sobre la libertad de creencias, porque creo que es el trasfondo de la discusión.
Entiendo que quienes consideran que la vida arranca desde el momento de la concepción se opongan a abortar; también entiendo a quienes consideran que la vida sólo inicia al momento de nacer-vivo, y que por lo tanto tienen la libertad de tomar cualquier decisión antes de; y finalmente también entiendo a quienes están en el medio, ya sea que consideren que el plazo para tomar la difícil decisión de abortar debe darse en determinada semana. Por consiguiente, acepto la diversidad de creencias y la decisión que cada persona toma sobre su vida y la vida del ser que se está formando.
Ahora bien, lo que no entiendo es por qué queremos imponer nuestras creencias a los demás. En este caso, ya sea que nuestra creencia sea un no rotundo al aborto o que el aborto deba suceder unas semanas antes. La decisión de Corte no exige a que todas las mujeres deban abortar o que deban hacerlo a la semana 24. Sencillamente legitima el derecho a hacerlo a las personas que así lo consideren.
En este sentido, la decisión personal de otra persona sobre este tema es precisamente eso, personal. No soy yo quien va a tener que dejar de trabajar para cuidar el bebé; no soy yo quien le va a pagar el colegio, la universidad, la enfermera o la niñera en caso de necesitarlo; no soy yo quien lo va a maltratar por no desearlo; y no soy yo el responsable por esa vida, sólo los padres son los responsables y son ellos quienes pueden y deben tomar la decisión a consciencia.
Por lo tanto, de nuevo, no entiendo por qué queremos obligar a las personas a que tomen las decisiones que nosotros tomaríamos. No me opongo a que expresen su opinión y tratan de convencerlos, pero si me opongo a que quieran quitarles ese derecho a tomar su decisión, considerando que la libertad es uno de los pilares de la humanidad y de las democracias.
Celebro por lo tanto que cada persona tenga el derecho de tomar su propia decisión, después de un análisis profundo sobre lo mejor para ellos y la vida que vienen el camino. Finalmente, son ellos y sólo ellos los que vivirán con las consecuencias de sus decisiones.
Los invito a no oponerse a este derecho y por el contrario a trabajar para mejorar las condiciones de vida de todos en el planeta para que ojalá nadie considere esta decisión.
Con frecuencia me gusta reflexionar sobre el significado u origen de algunas palabras y en esta ocasión me encontré pensando si la palabra “amable” tenía otro origen u otro significado diferente al habitual que usamos como adjetivo para expresar que una persona es afectuosa, afable, atenta, tratable, sociable, agradable, etc., y para mi sorpresa, efectivamente así es.
El sufijo “ble” que sirve para crear adjetivos, indica una posibilidad, capacidad o aptitud para recibir la acción del verbo. En este caso, una persona “ama…ble”, del verbo amar, significa que es una persona digna de ser amaba porque tiene la posibilidad, capacidad o aptitud de amar y ser amada.
Por lo tanto, las personas que no son amables, tienen una implícita posibilidad de no poder amar o ser amados. Los que viven criticando, odiando, quejándose, fijándose sólo en lo negativo y preocupados únicamente por si mismos, no son personas amables, en las dos definiciones del adjetivo.
Esto debería invitar a todos aquellos que desean encontrar el amor, a empezar siendo amables con todas las personas. Entre más amable, simpática, atenta y afectuosa sea una persona, más posibilidades, capacidades o aptitud de amar y ser amaba tendrá. Claro, igual hay que ser una persona “desea…ble”, para no caer en la “friend-zone” o “zona de amigos” por ser únicamente amable, pero es el primer paso.
Invito entonces a todos los que como yo, que no habíamos reconocido que el ser amable no es sólo ser simpático sino que también expresa que somos dignos de amar y ser amados, a que re-signifiquemos esta palabra y seamos más conscientes de su alcance.
Todo padre y/o madre que ame a sus hijos ha hecho lo mejor posible para educarlos, con las herramientas a su disposición y basados en sus creencias y conocimientos. Esto no significa que no hayan cometido errores o que no hayan podido hacer las cosas diferentes, pero si que lo hicieron con las mejores intenciones.
Muchas veces sin embargo parece que olvidamos este principio y nos peleamos con nuestros padres por la forma en que nos educaron. Ya sea que nos hayan enseñado poco o mucho, que nos hayan dado todo o nada, que nos hayan reprimido con correa o con palabras de amor, o que hayan estado presentes mucho o poco tiempo, siempre los hijos nos quejaremos por cualquier cosa que se hizo o se dijo, o que se dejo de hacer o decir.
La invitación por lo tanto es a recordar este principio. Podemos seguir discutiendo con nuestros padres, pero mientras lo hagamos reconociendo que lo hicieron con la mejor de las intenciones, pensando siempre que era lo mejor para nosotros, no hay motivo real para permanecer enojados.
Claro, hoy podemos pensar que lo que ellos consideraban era lo mejor para nosotros no lo era tanto, pero no lo sabían y no tenían cómo. Y lo mismo nos va a pasar a los nuevos padres. Haremos lo mejor, los educaremos buscando lo mejor para ellos, pero seguramente nos equivocaremos y sólo con el pasar del tiempo sabremos si las decisiones que tomamos fueron las mejores o si pudimos hacer algo diferente.
Pero es que así es la vida. Cada decisión que tomamos lo hacemos convencidos de que será lo mejor, sin embargo, sea el resultado positivo o negativo, tampoco tenemos la opción de devolver el tiempo para probar la otra opción. Lo vivido, vivido está y no hay nada más que hacer que aceptarlo y aprovecharlo para tomar las nuevas decisiones.
Por lo tanto, ama y respeta a tus padres, agradéceles sus buenas intenciones y reconoce que hicieron lo que creyeron era lo mejor, te haya gustado o no y estés de acuerdo o no. Y educa a tus hijos de la misma forma, sabiendo que no eres perfecto, que te vas a equivocar pero reconociendo que lo haces con las mejores intenciones de acuerdo a tus capacidades.
La perfección, como mucho de los conceptos que usamos a diario, es relativa y por lo tanto no existe como tal. Lo que debemos entonces hacer cuando buscamos o queremos que algo sea perfecto es preguntarnos… ¿perfecto para quien?.
Con toda certeza mi pareja, familia y amigos no son perfectos, pero los considero perfectos para mi. Algunas de sus actitudes, comportamientos, opiniones o creencias las puedo considerar ideales o bastante distantes de serlo, pero no importa, porque así son y así los acepto, con lo que considero pueden ser sus fortalezas y sus oportunidades de mejora.
Sin embargo, lo que yo considero fortalezas u oportunidades de mejora puede que ellos mismos no lo consideren de esa forma. Por lo tanto, yo puedo querer ayudarlos indicándoles las cosas que pueden hacer diferente para ser “mejores” o para alcanzar la “perfección” en algún aspecto. No obstante, si ellos no buscan o desean ese tipo de “mejoramiento”, entonces debemos aprender a aceptarlo, sin insistir ni tratar de imponer nuestra realidad o idea de perfección.
Reconocer que la perfección es subjetiva, nos ayuda a entender que lo importante es buscar alcanzar nuestro ideal de perfección, no el de los demás. Si nos sentimos perfectos como somos, genial. Si sentimos que queremos cambiar, mejorar o transformarnos en algún aspecto para alcanzar nuestro ideal de perfección, maravilloso, empecemos. Sin embargo, nunca deberíamos hacerlo porque la sociedad o los medios nos dicen que así debemos ser porque ese es el estándar universal de la “perfección”.
Especialmente, porque al reconocer que la perfección no existe como tal, puede que hoy la sociedad nos imponga un paradigma, pero mañana lo más probable es que el modelo cambie y debamos nuevamente cambiar para mantener esa “perfección”. De esta forma, nunca nos sentiremos realmente satisfechos con nosotros mismos.
Los invito entonces a buscar ser la mejor versión de ustedes mismos, no porque los demás así lo exijan sino porque ustedes así lo sienten, recordando que lo importante es sentirnos que somos perfectos según nuestro propio criterio. Y en cuanto a los demás, es fundamental aceptarlos como son, reconociendo que puede que no sean “perfectos” según nuestro estándar, pero que pueden serlo según sus propios estándares. Eso ya los hace perfectos.
Cuando empecé con la idea de compartir mis mociones, con el objetivo de movilizar a personas y organizaciones a construir un mundo viable y mejor para todos, lo hacía con la esperanza de que las nuevas generaciones no fuesen las últimas. Sin embargo, ahora que tengo un hijo, siento que mis mociones tienen una funcionalidad adicional.
Este nuevo uso tiene como objetivo dejarle a mi hijo un diario vivo y dinámico sobre quién soy, cómo pienso y actúo y sobre cómo pretendo hacer que el mundo en el que vivirá sea el mejor posible.
Lo anterior surgió de la reflexión sobre lo poco, nada o mucho que conocemos a nuestros padres. Si somos afortunados, tendremos la oportunidad de contar con ellos durante un largo periodo de nuestras vidas y podremos experimentar en vivo y en directo sus creencias, pensamientos y forma de actuar, frente a muchos escenarios. Si no somos tan afortunados y no pudimos conocerlos, o sólo pudimos compartir con ellos poco tiempo de vida, es probable que con el tiempo se nos olviden los momentos compartidos y sus enseñanzas.
No obstante, cualquiera que sea el escenario, lo más probable es que desconozcamos facetas, ideas o pensamientos de nuestros padres; o que se nos olviden algunas, o todas ellas, por el simple paso del tiempo.
Por lo tanto, ahora sueño que estas mociones puedan perdurar por siempre, o al menos durante toda la vida de mi hijo, para que pueda recurrir a ellas en cualquier momento y revivir así mis pensamientos, esté yo presente un largo o corto periodo en su vida.
Así pues, el objetivo de siempre es que aquellos que leen estas mociones se movilicen a construir el mejor mundo posible para que nosotros y las nuevas generaciones podamos vivir a plenitud, en paz y felicidad. Y, el objetivo con esta moción, es que los padres aprovechen para dejarle el mejor legado posible a sus hijos a través de su amor, sus enseñanzas y el tiempo compartido.
Escribir estas mociones me ha llevado a tener un enfoque cada vez más humanista, depositando mi confianza en que algún día reconoceremos que todos somos humanos, independientemente de nuestras diferencias, y que todos vivimos en este planeta llamado “Tierra”, que no tiene reemplazo por ahora.
Por lo tanto, si bien respeto y admiro profundamente a aquellos que creen en un dios y depositan su fe en él, mi invitación más humana es a creer en nosotros mismos y a depositar nuestra confianza en nosotros, pues son nuestros pensamientos y acciones los que definen nuestra realidad.
Por consiguiente, quiero invitarlos hoy a que rijamos nuestros pensamientos y acciones bajo el que considero debería ser el primer mandamiento humano: “Respetar a todos los seres vivos”. Sólo a través del respeto a los demás, y al planeta en general, seremos capaces de poder vivir felices, en paz y garantizando nuestra subsistencia.
El respeto no exige que nos amemos los unos a los otros, pero si que reconozcamos el valor del otro. Independientemente de si el otro es mi victimario, mi oponente o mi diferente, todos merecen un trato digno y respetuoso. Igualmente pasa con el planeta, pues independientemente de que ciertos animales o plantas me parezcan lindos, miedosos o amenazantes, todos tienen valor para garantizar la coexistencia.
Así como acabar con las abejas o tiburones, por el miedo a que nos piquen o nos muerdan, traería graves consecuencias para el planeta y para nosotros mismos, de igual forma considerar acabar con los que son o piensan diferente a nosotros sería acabar con nuestra propia humanidad.
De forma similar, el respeto no implica que no haya conflictos, pero si nos ayuda a regularlos. Podemos pelear o discutir todo lo que queramos, podemos incluso odiarnos, pero siempre con respeto, dignidad y valorando la vida de los demás.
Y tampoco implica que no podamos “usarnos”. Todos dependemos de las plantas, los animales y de otros seres humanos para vivir, así que nos usamos mutuamente para garantizar nuestra supervivencia o nuestros deseos. Pero este “usarnos” no implica maldad, egoísmo, explotación o exterminio, implica un trato respetuoso, reconociendo la dignidad y el valor de la vida de todos los seres vivos.
Los invito nuevamente a que el respeto por todos los seres vivos sea el mandamiento que determine nuestro pensar y actuar diario, para poder construir un mundo viable y mejor para todos.
Y los invito a que me compartan si consideran que deberían existir otros mandamientos humanos y cuáles serían.
En la vida los seres humanos no tenemos control sobre muchas cosas que nos pasan, pero sobre lo que sí tenemos control es sobre la forma en que reaccionamos a ellas. Esa es la actitud con la que afrontamos la vida. Y, según algunos expertos, hay cuatro niveles de la actitud a nivel profesional que en esta ocasión quisiera adaptarla a nivel general:
Nivel 1: Odiar la vida. Las personas que tienen este nivel de actitud odian todo lo que hacen y todo lo que sucede les genera insatisfacción. Por lo tanto se quejan constantemente de cualquier cosa y culpan al mundo y a los demás de sus desgracias. Malo si llueve y malo si sale el sol.
Nivel 2: Aceptar la vida. Quienes tienen este nivel de actitud tienden a conformarse con lo que hacen y con lo que les sucede en la vida. Viven en resignación o indiferencia. La vida simplemente les pasa, sin que ellos tengan control. Se alegran por lo bueno y se enojan por lo malo.
Nivel 3: Amar la vida. Las personas con este nivel de actitud abrazan la vida y aman lo que hacen y todo lo que les sucede. Puede que su vida o su trabajo no sea lo que sueñan, pero aún así, la aceptan y la afrontan con amor. Son aquellos que son felices haciendo cualquier cosa o independientemente de las situaciones que vivan. Bueno si llueve y bueno si sale el sol.
Nivel 4: Generar la vida. Aquellos que tienen esta actitud frente a la vida sienten que han encontrado un propósito más allá de ellos mismos y trabajan para preservar y mejorar la calidad de vida de los demás. Se hacen responsables no sólo de sus vidas, sino de la de los demás. La vida no es algo que sólo sucede, es algo que se genera y se construye diariamente.
Por consiguiente, los dos primeros niveles sueles considerarse reactivos y pasivos debido a que la persona no tiene control sobre lo que hace o sobre lo que le sucede y sencillamente reacciona a los estímulos externos. Los dos últimos niveles se consideran proactivos, porque la persona es un protagonista activo que crea y define su realidad.
Aprovechando la cuarta entrega de la saga de “Matrix” quisiera invitarlos a reflexionar sobre la verdadera matrix en la que vivimos todos. Esta matrix no es la de ficción en donde los seres humanos somos cultivados para ser usados como baterías para la subsistencia de las máquinas, pero si es la matrix que nos hace creer que el mundo que experimentamos es como es y que no podemos cambiar su programación o interactuar de forma diferente con él.
Lo cierto es que cada ser humano vive en su propia realidad, construida con base en su experiencia, pero principalmente con base a las creencias, enseñanzas, juicios, prejuicios, paradigmas y normas que la matrix le han impuesto. Esta matrix está constituida por los gobiernos, las corporaciones, las religiones, las instituciones y la sociedad en general que trata de imponernos su realidad.
Esta matrix es como si nos pusieran un casco de realidad virtual que afecta la forma cómo percibimos el mundo y que nos indica cómo debemos comportarnos e interactuar en él. Y dependiendo de que tanto creemos en que ese filtro es el “normal”, “correcto”, “único” o “verdadero”, más nos sumergimos en esa matrix, desconociendo que hay infinitas posibilidades y realidades.
Por consiguiente, las personas que viven en una matrix católica, capitalista, con bajo poder adquisitivo, masculina y anglosajona experimentarán la realidad de forma muy distinta a las personas sumergidas en una matrix evolucionista, socialista, con alto poder adquisitivo, femenina y asiática, por ejemplo. Necesitaríamos entonces tener la capacidad de desconectarnos de nuestra propia matrix para conectarnos en la matrix de los demás, para poder entender a profundidad qué tan diferentes son nuestras realidades.
En la práctica, esa capacidad se materializa a través del diálogo y el respeto. Es en el diálogo honesto, sin prejuicios y sin tratar de imponer nuestro punto de vista, donde podemos realmente comprender la realidad de los demás y experimentarla cómo ellos lo hacen. Es la forma que tenemos de fusionar nuestras matrix en una sola.
Por lo tanto, la invitación es a desconectarnos de nuestra matrix a través del diálogo y el respeto, permitiéndonos comprender y experimentar la matrix de los demás. Sólo así, podremos construir una nueva matrix que nos abarque a todos y nos permita ser felices y vivir en paz.
Hace unos días, una persona que considero un gran ejemplo del poder humano, de la voluntad y la actitud frente a la vida, mencionó en una charla que “la vida es de segundos”.
Esto me recordó que los seres humanos tendemos a vivir angustiados por lo que hicimos o dejamos de hacer en el pasado, o preocupados por lo que haremos en el futuro, y nos olvidamos muchas veces de vivir el presente, al máximo, olvidando este gran principio de que la vida es de segundos.
Un bebé al que le falten unos pocos segundos de aire al nacer puede tener severas complicaciones para el resto de su vida; una persona que tenga un micro-sueño conduciendo puede afectar profundamente su vida y la de los demás que se encuentren a su alrededor; y un descuido de segundos realizando cualquier actividad de riesgo puede tener graves repercusiones.
Pero no sólo es para lo malo. Mirar a otra persona, en el segundo adecuado, puede hacer que nos enamoremos; estar presente en el segundo en que un bebé empieza a gatear, caminar o cuando dice su primera palabra es invaluable; y perder una oportunidad por segundos puede generar nuevas y mejores oportunidades en los segundos siguientes.
Por lo tanto, la vida sucede un segundo a la vez y cada decisión o acción que tomemos puede transformar nuestras vidas. Es por eso que es tan importante vivir el presente, soltar el pasado y despreocuparnos por el futuro, pues sólo en el presente es que tenemos posibilidades de transformar nuestra realidad.
No esperemos para decirle a las personas que amamos, lo mucho que las amamos; no pensemos en ser felices en el futuro cuando algo puntual suceda, seamos felices hoy; no confiemos en el futuro para ayudar a otros, ser amables, pedir perdón, o disculparnos, es mejor aprovechar el momento y hacerlo ahora.
Un mundo viable y mejor para todos no se construye mañana, se construye hoy, con cada acción y decisión que tomamos, pues la vida es de segundos.
Para finalizar, los invito a compartirme cómo la vida les ha cambiado en cuestión de segundos.
En estos días observé “El juego del calamar”, la serie surcoreana de Netflix, y me hizo recordar la subjetividad del valor de la vida. Si bien la vida de las personas debería ser invaluable y nadie debería poder arrebatarle la vida a otro ser humano, en el día a día se evidencia que las vidas si tienen valor y que este valor, como cualquier otra cosa, es subjetivo.
Espero que a todos nos asombre, e incluso nos aterrorice, que existan personas que estén dispuestas a asesinar a otro ser humano por tan poco dinero como podrían ser $10 dólares. De la misma forma, debería estremecernos pensar que quizás todos tenemos una cifra en nuestra mente por la cual estaríamos dispuestos a matar. Para algunos puede ser $1.000, $10.000, $100.000 o incluso $1.000.000 de dólares, pero probablemente todos, pese a nuestros principios, tendríamos un valor que nos haría por lo menos pensarlo.
Y este valor no es únicamente monetario. Muchos pueden pensar que si alguien intenta asesinarlos no tendrían reparo en asesinar a su atacante. Otros podrían pensar que si alguien viola a un familiar, seguramente no podrían contenerse y podrían acabar asesinando al violador. En estos casos, no hablamos de una valor económico pero si hablamos de una valoración subjetiva. Mi vida es más valiosa que la de mi atacante, o la vida de mis familiares es más valiosa que la vida de un criminal violador.
De esta forma no es raro encontrar personas que se aterrorizan por el asesinato de una persona por robarle el celular, pero que no tienen ningún problema en desear la muerte de todos los que considera “malos”. Ojalá matarán a todos los ladrones, violadores, drogadictos, pobres, musulmanes, migrantes, negros o chinos, son algunas expresiones que se escuchan o se dicen sin medir el valor de las palabras o la valoración que hacemos de las vidas de las demás personas.
Adicionalmente, tendemos a hacer esta valoración en términos objetivos, olvidando que todo es subjetivo. Probablemente el asesino que mata por $100 dólares, que le equivalen la comida de su familia por un mes, nos parezca más “malo” que el multimillonario que asesina al ladrón que le acaba de robar $100.000 dólares, los cuales equivalen a sus ingresos de una semana o incluso de un día. Debido a que $100 es menor que $100.000 dólares, podríamos querer poner ambos precios en una balanza y pensar que el que asesina por menos es más malo, sin considerar lo que esa persona puede lograr con ese valor o lo difícil que es para ella conseguir esa cifra.
En conclusión, parecería que todos replicamos que la vida es lo más valioso e invaluable, pero de fondo todos ponemos la vida de las personas en una balanza y valoramos según nuestros criterios cual vida es más valiosa que otra. Por lo tanto la invitación es a poner en práctica realmente que toda vida es invaluable y se debe respetar, independientemente de cualquier valoración que tendamos a hacer.