En estos días observé “El juego del calamar”, la serie surcoreana de Netflix, y me hizo recordar la subjetividad del valor de la vida. Si bien la vida de las personas debería ser invaluable y nadie debería poder arrebatarle la vida a otro ser humano, en el día a día se evidencia que las vidas si tienen valor y que este valor, como cualquier otra cosa, es subjetivo.
Espero que a todos nos asombre, e incluso nos aterrorice, que existan personas que estén dispuestas a asesinar a otro ser humano por tan poco dinero como podrían ser $10 dólares. De la misma forma, debería estremecernos pensar que quizás todos tenemos una cifra en nuestra mente por la cual estaríamos dispuestos a matar. Para algunos puede ser $1.000, $10.000, $100.000 o incluso $1.000.000 de dólares, pero probablemente todos, pese a nuestros principios, tendríamos un valor que nos haría por lo menos pensarlo.
Y este valor no es únicamente monetario. Muchos pueden pensar que si alguien intenta asesinarlos no tendrían reparo en asesinar a su atacante. Otros podrían pensar que si alguien viola a un familiar, seguramente no podrían contenerse y podrían acabar asesinando al violador. En estos casos, no hablamos de una valor económico pero si hablamos de una valoración subjetiva. Mi vida es más valiosa que la de mi atacante, o la vida de mis familiares es más valiosa que la vida de un criminal violador.
De esta forma no es raro encontrar personas que se aterrorizan por el asesinato de una persona por robarle el celular, pero que no tienen ningún problema en desear la muerte de todos los que considera “malos”. Ojalá matarán a todos los ladrones, violadores, drogadictos, pobres, musulmanes, migrantes, negros o chinos, son algunas expresiones que se escuchan o se dicen sin medir el valor de las palabras o la valoración que hacemos de las vidas de las demás personas.
Adicionalmente, tendemos a hacer esta valoración en términos objetivos, olvidando que todo es subjetivo. Probablemente el asesino que mata por $100 dólares, que le equivalen la comida de su familia por un mes, nos parezca más “malo” que el multimillonario que asesina al ladrón que le acaba de robar $100.000 dólares, los cuales equivalen a sus ingresos de una semana o incluso de un día. Debido a que $100 es menor que $100.000 dólares, podríamos querer poner ambos precios en una balanza y pensar que el que asesina por menos es más malo, sin considerar lo que esa persona puede lograr con ese valor o lo difícil que es para ella conseguir esa cifra.
En conclusión, parecería que todos replicamos que la vida es lo más valioso e invaluable, pero de fondo todos ponemos la vida de las personas en una balanza y valoramos según nuestros criterios cual vida es más valiosa que otra. Por lo tanto la invitación es a poner en práctica realmente que toda vida es invaluable y se debe respetar, independientemente de cualquier valoración que tendamos a hacer.