Permanentemente interactuamos con diferentes personas en nuestro día a día, causando distintas reacciones según el contexto, lugar y momento. Frente a estas, en caso de ser negativas, nos podemos sentir afectados, adoloridos, tristes, inquietos, por mencionar algunas emociones, pero la realidad es que debemos comprender que en la gran mayoría, las reacciones no las provocamos nosotros, es decir que nosotros no somos la causa, somos más vale los mensajeros, así que por eso es importante aprender a no tomarlo como algo personal.
Nuestra personalidad está compuesta entre muchas cosas, por nuestras historias, enseñanzas, juicios, creencias y experiencias, las cuales van configurando “programas” en nuestra mente. Estos programas, tienen un botón de encendido, por así decirlo, algo que los activa. Estos disparadores, encendedores o activadores, como queramos llamarlos, son los que despiertan parte de nuestra personalidad. Por lo tanto, cuando provocamos reacciones en los demás que parecen desproporcionadas, en su mayoría son provocadas no por nosotros, lo que dijimos o hicimos, sino por esos disparadores de emociones.
Por ejemplo, personas con miedo al rechazo o al abandono pueden actuar de forma agresiva cuando sienten que alguien puede abandonarlos o rechazarlos, de nuevo. En muchas circunstancias, no importa quién provoca el sentimiento, puede ser cualquier pareja, amigo o familiar, lo que importa es el sentimiento que producen, el cuál activa nuestro programa, generando cierto tipo de reacciones según nuestra personalidad. Es decir, nuestras reacciones en general no manifiestan algo sobre los demás, expresan algo sobre nosotros mismos.
En mi caso, el tráfico solía ser un activador de ira. Siempre que iba manejando, estaba esperando a algún impudente que desobedeciera alguna señal de tráfico o generara algún riesgo en la vía para pitarle e insultarlo. Como pueden ver, en estos casos yo desconozco a las personas, así que mi reacción realmente no era contra ellos en su totalidad, sino que mi reacción era originada por mi deseo de que todos fueran respetuosos de las normas. Ellos no eran los causantes de mi ira, ellos sólo la disparaban.
O en el trabajo, un jefe puede estar preocupado porque los resultados no se están dando, razón por la cual, cuando alguien llega con una mala noticia, se desquita con esta persona. El problema no es la persona, ni siquiera la noticia, el problema es que eso activa la angustia, el estrés o el miedo del jefe.
Por lo tanto, debemos comprender esta situación para que la próxima vez que creamos que la reacción que causamos en otra persona es desmedida, podamos conversar con esa persona para entender si sólo somos los mensajeros que activamos programas en la mente de los demás, o si tenemos realmente alguna “responsabilidad” en esa reacción. Si así es, podemos trabajar al respecto, de lo contrario, debemos entender que no es personal porque no es acerca de nosotros, es sobre ellos.
Y al contrario, debemos aprender a distinguir cuando las emociones nos envuelven, si son las personas, circunstancias o cosas las que realmente tienen la responsabilidad de provocarnos esas emociones, o son sencillamente mensajeros que activan nuestros miedos internos. Si el problema somos nosotros, entonces debemos aprender a controlar nuestras emociones y hacer entender a las personas que no es con ellos, que no es personal, y evitar que se repita. Por el contrario, si efectivamente hay algo en ellos que provoca la reacción, debemos igualmente conversarlo para seguir fortaleciendo nuestras relaciones.
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