La tecnología, al igual que todas las creaciones humanas, es una extensión de nuestro ser y de nuestro cuerpo. Es decir que la tecnología no es buena ni mala por si sola, depende es de quién la usa y con qué propósito. Es por eso que se puede considerar como una prótesis antropológica.
El deseo de ver más lejos o más cerca determinó la creación de los telescopios y de los microscopios. El interés por desplazarnos más rápido desencadenó la creación de las bicicletas, los vehículos automotores y los aviones. Con el objetivo de poder almacenar más información, procesarla más rápido y predecir resultados es que creamos las computadoras, los procesadores y las inteligencias artificiales. Y con la intención de entretenernos y divertirnos es que creamos los juegos, videojuegos, películas, libros, y demás.
Es decir, toda tecnología nace de una necesidad humana o de una interpretación humana sobre el mundo. Por eso toda la tecnología está adaptada a nuestro cuerpo, a nuestro ser, y es un reflejo de nuestra propia humanidad. La única forma de enseñarle a una maquina algo, es enseñándole como si fuese un humano y creando componentes como si fuesen parte de nuestro ser, pues finalmente somos el único ser inteligente que conocemos y del que podemos aprender.
Por lo tanto, el internet, los videojuegos, las redes sociales, los celulares y la televisión, por mencionar algunas tecnologías, no son malas o buenas de por si, sino que se encargan de amplificar lo que cada uno de nosotros tiene por dentro. Si somos dispersos, violentos y asociales, por decir algo, estas tecnologías sin lugar a dudas amplificarán esas características inherentes y desencadenarán resultados negativos. Si por el contrario, somos enfocados, creativos, inquietos intelectualmente, estas tecnologías igualmente amplificarán nuestra esencia, con resultados muy positivos.
Esta es la razón, por la cual el documental de Netflix “Los dilemas de las redes sociales” menciona que el problema de fondo es que estás inteligencias artificiales, entrenadas por humanos para producir dinero más efectivamente, están sacando a la luz lo peor de nosotros mismos. Es como una amiga mía me dijo en estos días, es que el miedo en Facebook funciona muy bien como estrategia comercial, razón en parte por la cual, hay tanta “información” en las redes que sólo busca polarizar, encender emociones y generar terrorismo, porque le hemos enseñado al sistema y a nosotros mismos que esto produce resultados económicos.
Por lo tanto, el problema no es la tecnología por si misma, el problema somos nosotros, los humanos, en la forma en que la usamos y la forma en que la programamos para sacar lo peor de nosotros mismos. De esta forma, si comprendemos este hecho, podemos entonces prepararnos mejor a nosotros mismos y a nuestros hijos, para afrontar e interactuar con las tecnologías. Entre más nos conozcamos, más sabremos aprovechar las ventajas de la tecnología, minimizando los riesgos. Es como comprender que si alguien es alérgico a los perros, no puede estar cerca de ellos; o si alguien es obsesivo compulsivo, el alcohol no es una buena opción; o si alguien es adicto a la adrenalina y la emoción, los casinos no son una buena alternativa.
Conozcámosnos mejor para comprender como la tecnología, como prótesis antropológica que es, puede sacar lo mejor o lo peor de nosotros mismos. ¿Qué tecnología saca lo mejor y cual lo peor de nosotros? Compártenos tus opiniones y tus experiencias.
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