El modelo democrático, tan idóneo en palabras y en papel, está evidenciando tener grandes fallas en la práctica, a mi parecer, en muchos países que lo ejercen. Y estos problemas vienen de todas partes, desde los gobernantes y las instituciones y poderes democráticos, hasta de la ciudadanía, en su forma de ejercerla y controlarla.
Primero, creo que los gobernantes y las instituciones democráticas se han olvidado de su rol, como representantes de una intencionalidad colectiva manifestada en las urnas, pero que no es estable y que se transforma constantemente. En esta situación, parece ser que el único rol de la ciudadanía es votar y ya. Y el único interés de los gobernantes es hacer que la ciudadanía vote por ellos, para que ellos puedan ejercer su plan de gobierno, sin necesidad de escuchar a la ciudadanía. Una vez electo, cada gobernante perece que se olvida de las personas que lo eligieron y peor aún, de las personas que aunque no lo eligieron, hacen parte de la población a gobernar.
Es decir, que desde las instituciones y los poderes democráticos, la democracia se ejerce para llegar a los cargos públicos, pero de ahí en adelante no se requiere. Después de las elecciones se transforma a un modelo autoritario, en donde cada representante busca sus intereses particulares, olvidándose de los intereses del pueblo. Parece que dirigen desde un escritorio, desconociendo la realidad de su pueblo.
Si lo comparamos con el sector privado, es como pensar que el rol de un gerente es estar todo el día en su oficina, viendo informes, sin ni siquiera conocer sus oficinas y las personas que laboran en ellas. Un gerente general que se respete, debe conocer todos los niveles de su organización y estar siempre dispuesto a escuchar a cualquiera de sus empleados. Lo mismo debería pasar en nuestras democracias, pero me parece que no pasa así. Los gobernantes gobiernan con informes, desconociendo la realidad de sus poblaciones y sin ningún mecanismo idóneo para escucharlos.
Segundo, y en relación con lo anterior, el rol del ciudadano de una democracia se ha venido desfigurando. Su único rol es votar. Más allá de eso, el ciudadano no encuentra los mecanismos idóneos para manifestar sus inconformidades y para encontrar respuestas. Por lo tanto, en la gran mayoría de los países veo como el ciudadano ha decidido optar por la “fácil” y es secuestrar las democracias. Hoy en día vivimos en democracias secuestradas por el interés del momento.
En Colombia por ejemplo, cada día un sector diferente toma la misma estrategia para hacerse “escuchar”. Los indígenas, taxistas, médicos, profesores, empleados de la rama judicial, campesinos, guerrilleros y paramilitares son sólo algunos de los ejemplos que en los últimos años han decidido hacer paros o manifestaciones de alguna índole para manifestar su inconformidad. Y no me mal interpreten, la marcha, el paro y las manifestaciones son una opción bastante válida, el problema está en la forma. Entre más colapsen al país, entre más daños o perdidas económicas causen, “mejor” es el resultado para hacerse escuchar y que el gobierno se siente a dialogar con ellos.
Reconozco que en muchos de estos casos, las causas son válidas e importantes, pero para mi pierden toda validez cuando la estrategia es hacer valer sus intereses por encima de los intereses de los demás. Lo hacemos para ganar algo, sin importar quienes pierdan. Y lo peor, es que todos estamos buscando mejorar, pero en muchos casos los resultados son tan fatídicos, que el presupuesto se destina para reparar lo destruido en vez de invertirlo en las verdaderas necesidades, así que de esta forma, secuestrando a la fuerza el escuchar del estado, nadie gana.
Finalmente, creo que si queremos resultados diferentes, debemos hacer cosas diferentes. Como ciudadanos, debemos reinventar nuestra forma de hacernos escuchar en las democracias, sin destruir o secuestrar al país, pero si evidenciando lo importante que nuestra voz es. Debemos crear nuevas formas, más simbólicas, con mayor significado e impacto, que permitan construir a futuro. Vivimos en un mundo digital, donde la reputación de una empresa se puede desplomar en 5 minutos por un mal actuar, pero nos parece improbable hacer lo mismo con las instituciones públicas y gobernantes. Yo no lo creo, y estoy seguro que hay formas diferentes de hacer valer nuestros derechos, respetando los de los demás, y sin necesidad de violencia.
En conclusión, si no queremos seguir viviendo en democracias fallidas, señores gobernantes y empleados públicos, necesitamos que escuchen al pueblo y que creen canales idóneos de comunicación para entender las necesidades de la población, para que puedan tenerlas en cuenta al momento de hacer su trabajo por el bien de toda la ciudadanía. Y compañeros ciudadanos, basta ya de secuestrar el actuar del estado a través de actos de violencia o manifestaciones que paralicen la economía, la movilidad y la libertad de los demás ciudadanos. Debemos crear nuevas alternativas para hacer valer nuestros intereses, respetando los intereses de los demás, de forma pacífica pero efectiva.
Ojalá, si ambas partes hacemos bien nuestra labor, nuestras democracias puedan brillar por ser ejemplo de prosperidad y bienestar para todos sus ciudadanos, gracias a instituciones sólidas y confiables que escuchan al pueblo, y una ciudadanía activa, participativa, que respeta y construye.
VIDEO: